La mayoría de las personas pasamos más horas trabajando que dedicados a ninguna otra tarea, salvo dormir. Por eso, no es extraño que dedicarnos a lo que nos gusta y crear un ambiente de trabajo feliz sean factores clave de nuestro bienestar.
Pero ¿qué pasa con la cantidad de tiempo que trabajamos? ¿Somos más felices cuantas menos horas le dedicamos al trabajo, o es justo al revés?
Si preguntamos a nuestros conocidos, seguro que muchos dirán que preferirían trabajar menos o incluso no trabajar. Pero según el Índice de Satisfacción Laboral de 2017, las personas que trabajan más de 40 horas semanales están más satisfechas con su trabajo que las que no llegan a trabajar una jornada completa.
¿Quiere eso decir que incrementar el tiempo que trabajamos nos hace más felices? No necesariamente. Según los expertos, en este resultado pueden influir otros factores, como que los trabajos a media jornada sean menos satisfactorios o que quienes trabajan más de 40 horas sean apasionados de su trabajo.
Por otro lado, se han hecho varios experimentos para reducir la jornada laboral o incluso eliminar días enteros. Un gran ejemplo es el de IHH Nordic, una empresa danesa que instauró las semanas laborales de 4 días y consiguió aumentar en un 20% la facturación anual de la empresa.
Pero no todos los casos son éxitos tan rotundos: en 2008, se implantó en el estado de Utah la semana laboral de 4 días a fin de reducir los costes energéticos, mejorar la calidad del aire y aumentar y mantener los puestos públicos. Sin embargo, tres años después se retiró la medida porque nunca logró conseguir los resultados buscados.
Al final, vemos indicios que apuntan en diferentes direcciones, y es que probablemente el quid de la cuestión no esté en el cuánto, sino en el cómo. En mi opinión, hay tres cuestiones clave de gestión para que el tiempo que trabajamos sea más feliz: